Violadores seriales: ¿depredadores o reinsertables?
15 enero, 2014 | Por Ismael Dorado Urbistondo | Categoría: HumanosLos violadores seriales son considerados por multitud de autores como “depredadores” sexuales, haciendo que veamos a los mismos como elementos irrecuperables de una sociedad que desconfía abiertamente de su sistema penal.
Como cualquier acción criminal, podríamos diferenciar entre violadores de “incidente único”, “violador habitual” y “violador serial”. El violador de incidente único respondería a un sujeto impulsivo con una acción provocada básicamente por la ingesta de drogas o alcohol. El violador habitual llevaría a cabo su acción por su falta de satisfacción sexual debido a problemas relacionados con la falta de oportunidades, defectos físicos o aislamiento social, con un fin último como es la relación sexual, con un fuerte componente de hostilidad que encubre su historial de agresiones reprimidas. El violador serial se caracterizaría por la fantasía sexual con mujeres de las que se cree digno de hacer con ellas lo que le plazca, motivado por la ira y la venganza, basaría su acción en la planificación, la estrategia, el control de la situación, el terror, las fantasías y el placer.
Unidades especializadas y de referencia a nivel mundial como el Centro Nacional para el Análisis de Crímenes Violentos de EEUU afirman que el violador serial basa su modus operandi en la premeditación. Gran parte de las violaciones se llevaron a cabo después de una auténtica tarea de acercamiento y de contacto con la víctima, implicando una alta capacidad de relación y de interacción y buscando aumentar la confianza rompiendo las barreras psicológicas que provoca siempre la presencia de una persona desconocida.
El violador serial sádico se nutre del control, la sumisión y la humillación de su víctima. Pone a modo de paleta de pintor una serie de ideas, sueños y aspiraciones con las que pergeña un escenario que pueda satisfacer sus ansias depredadoras. Su amenaza no se basa en el uso de un arma, como podía esperarse, es precisamente en la amenaza verbal donde encuentra la llave de su poder y su control. El uso de armas se circunscribe en su mayoría al uso de elementos punzantes y en la amenaza a la víctima de resultar desfigurada, siendo bastante común que en el desarrollo de la violación el cuchillo o similar esté situado en el rostro de la mujer.
Resulta también sorprendente que durante la violación no se utilice una gran violencia, lo que conlleva que los daños resultantes sean mayoritariamente psicológicos y no físicos, si bien esta tendencia va aumentando progresivamente en los violadores seriales conforme no encuentran satisfacción en su compulsión. Podríamos afirmar que el violador serial toma un camino de mutación hacia el sadismo conforme se siente más invencible y más seguro en su actividad delictiva.
Todos los violadores seriales buscan un elemento de placer basado en la propia resistencia de la víctima. Cuanto más luche la persona agredida mayor será el placer experimentado por el violador variando en su apreciación también conforme la víctima es más joven. Subyace en el violador el mito de la virginidad, más aún cuando la víctima es un niño o una adolescente, siendo precisamente en este baremo de edad donde el agresor incrementa su violencia como en una orgía de dolor y placer dando rienda suelta a sus instintos depredadores más primarios con total ausencia de remordimiento o sentimiento de culpa por su acción.
Depredadores sexuales y asesinos seriales no presentan grandes diferencias en cuanto a su cordura o estado mental. Este tipo de agresores presenta una total normalidad a niveles psicológicos con algunos rasgos psicopáticos y por lo tanto jurídicamente imputables. Son individuos con una alta sociabilidad, amables, educados y bastante inteligentes, que utilizan habilidades de seducción y persuasión para acercarse a la víctima sin despertar recelos. Son predominantemente solteros con una personalidad inestable y encuentran en la agresión sexual una forma de compensar sus carencias afectivas.
En la mayoría de los casos han hecho perfiles criminales de agresores sexuales que mostraron individuos con dificultades sexuales y con un amplio bagaje de fracasos sentimentales, sexualmente reprimidos, con una baja autoestima y con una predominante dependencia afectiva de sus madres. Buscan, precisamente en sus crímenes, dar respuesta a su vanidad y regodearse de su habilidad para no ser detenido buscando reconocimiento en su actividad delictiva lo que suele acabar precisamente por precipitar su detención.
¿Es posible su reinserción o son depredadores irrecuperables? Los tratamientos psicológicos en el caso de los violadores seriales no son obligatorios para los mismos amparados en una curiosa forma de entender los derechos civiles además de en una falta de sentimiento de culpa del propio violador. Si no estoy loco, si no soy culpable, ¿para qué voy a necesitar tratamiento?
Existe un dato rotundo, autores como McGrath en 1991, Prentky, Lee, Knight & Cerce en 1997 o Quinsey en 1995, marcan un grado de reincidencia en los violadores en torno al 35%. Si bien otros autores, como el Psicólogo Javier Urra, estima la probabilidad de reincidencia como muy alta y en torno al 70%.
El violador serial presenta un desorden de personalidad y no una enfermedad por lo que su tratamiento y “curación” responde a parámetros mucho más inseguros y rotundos. La personalidad en determinados niveles de la vida se muestra casi inmodificable y será “la oportunidad” la que module la vida de estos violadores y no el castigo o el tratamiento.
La cárcel no es la solución a este tipo de depredadores. Dentro de ella los violadores llegan a sentirse cómodos, más aún cuando se les aparta de cualquier interno que pudiera ser un peligro para ellos. Estos delincuentes muestran una conducta correcta y al final terminan por ser unos privilegiados dentro del sistema penitenciario.
En suma, el paso de un violador serial por el sistema penitenciario les llevará en gran forma a variar su modus operandi incorporando en el futuro el asesinato de la víctima como forma de ocultación de su delito. Deberíamos empezar a pensar que determinados tipos de delincuentes como violadores y asesinos seriales deberían ser considerados un tipo especial no reinsertable y que el ponerlos en la calle sin ningún tipo de tratamiento previo es accionar una bomba de relojería pretendiendo que falle y no explote nunca.
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