Los adultos sonámbulos son violentos en sueños

29 abril, 2013 | Por | Categoría: Humanos
Una investigación ha descubierto que el sonambulismo puede ser peligroso tanto para el individuo que lo padece como para quienes le rodean. Las personas que sufren esta enfermedad sienten ansiedad, miedo, ira, frustración, impotencia y tienen una sensación de amenaza siempre o casi siempre que sueñan, lo que explica sus reacciones agresivas.

El estado de sonambulismo provoca que, pese a no ser conscientes de sus actos, los afectados lleven a cabo tareas peligrosas como conducir un coche, tratar de dañar a alguien mientras creen que se defienden o incluso intentar suicidarse. Comúnmente se cree que despertar a los sonámbulos es peligroso para su salud, pero no es cierto. El verdadero peligro radica en que sus reacciones al despertar suelen ser anormales.

Los sonánbulos pueden causar daños sin intención. Foto CC BY Sharon Pruitt.

Pese a que en numerosos casos se ha tratado de presentar este trastorno como un atenuante ante los juicios producidos por agresiones durante el sueño, no se acepta como tal, pues puede diagnosticarse mediante controles médicos. Sin embargo, todavía no existe un tratamiento enfocado a esta enfermedad. En el caso de los pacientes más agresivos se suelen recetar medicamentos como el Clonazepam o el Diazepam que reducen la ansiedad y las veces que el paciente suele despertarse durante la noche, aunque no controlan bien el trastorno.

Aunque tiene un alto compoente genético (el 80% de los que lo padecen presentan un caso en su historial familiar), factores como el estrés, la falta de sueño o la ansiedad propician que aparezcan episodios en las personas predispuestas a padecer este desorden del sueño. Estímulos sonoros u otros trastornos del sueño también influyen en su aparición.

El sonambulismo afecta principalmente a los niños de hasta 12 años; y la mayoría de los casos se presentan entre los 7 y 8 años (11%). Pese a que con el crecimiento esta afección suele desaparecer, persiste en el 25% cuando llegan a ser adultos. Aunque existen casos en los que el sonambulismo puede aparecer en la adultez sin haberlo padecido anteriormente, estos son escasos, entre el 2 y 4%.

La consciencia y el comportamiento de las personas sonámbulas están alterados mientras sufren un episodio. Sin embargo, los adultos recuerdan haberlo tenido y lo que hicieron. El estudio ha desvelado que el 80% recordó haber estado sonámbulo, mientras que el 61% pudo describir su comportamiento, lo que pensaba durante el sueño o qué era lo que sentía. Este hecho ha revelado que aunque las acciones llevadas a cabo mientras estaban dormidos parezcan absurdas, durante el sueño guardan una lógica y suelen estar motivadas por lo que sueñan. “Una vez un hombre cogió a su perro que dormía a los pies de su cama para llevarlo a la bañera y apagarlo”, explica el doctor Zadra, director de la investigación; “¡pensaba que su perro estaba ardiendo!”. Este comportamiento se debe a que durante el sueño unas partes del cerebro están dormidas mientras que otras no. “Los cerebros no se duermen de una sola vez en bloque sino que ocurre de manera localizada y unas zonas se duermen antes que otras”, explica. Esta disfunción entre las partes del cerebro dormidas y despiertas también se da en esquizofrénicos, enfermos de alzheimer, de parkinson y personas con depresión.

En el caso de los niños es diferente. Por razones neurofisiológicas recuerdan menos lo que han hecho. Además, sus acciones suelen ser automáticas debido al proceso de interiorización de conocimientos en el que se encuentran, explica la psicóloga Laura Garrido. Es por ello que los niños representan un menor peligro a la hora de sufrir sonambulismo.

Durante el día, las personas sonámbulas sufren somnolencia debido a que su sueño es menos reparador, incluso si no sufren ningún episodio durante la noche (el tiempo que tardan en dormirse es de 8 minutos de media, lo que se diagnostica como un claro síntoma de trastorno del sueño, ya que lo normal sería entre 10 y 15 minutos). También suelen sufrir ansiedad y presentar cambios de humor repentinos, aunque según explica Garrido, “no tienen por qué derivar en trastornos psicológicos ni de personalidad”.

 

 

 

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