La decadencia de Niccol, un grande de la Sci-fi, en The Host

3 abril, 2013 | Por | Categoría: Medios

Chico y chica para una peli de alienígenas muy lejos del recuerdo de Gattaca.

Si ha habido un director que se ha sentido especialmente reclamado por la ciencia ficción (Sci-fi) es el neozelandés Andrew Niccol. Los avances en el campo de la ingeniería genética le llevaron a imaginar un mundo en el que la eugenesia se había convertido en el arma principal de una sociedad totalitaria (Gattaca, 1997); la revolución digital le inspiró una historia en la que la opinión pública se rendía ante una belleza mediática,… que era un mero diseño virtual (Simone, 2002); los avances en biotecnología celular le sugirieron una película futurista donde ya nadie envejecía, y el tiempo se convertía en moneda de cambio (In time, 2011). Como guionista se deslumbró con el poder de la moderna televisión y la realización multicámaras en El show de Truman (1998).

Ahora vuelve al cine fantástico nada menos que con la adaptación de The Host (2008), primera novela de una trilogía que está terminando la famosa norteamericana Stephenie Meyer, autora de la serie Crepúsculo. Meyer ya está a punto de publicar la segunda y tercera entrega, que presumiblemente conocerán también su versión cinematográfica.

Aquí los avances científicos y tecnológicos tan del gusto de Niccol dejan paso a una historia de alienígenas bastante particular. Nuestro planeta ha sido invadido por unas almas extraterrestres que se apoderan de las mentes humanas pero manteniendo el cuerpo intacto. Casi todos los seres humanos han sido “poseídos”. Sin embargo, la humana Melanie (Saoirse Ronan), que ha sido “tomada” por la alienígena Wanderer, no consigue ser subyugada del todo, y en su cuerpo habitan en lucha las dos almas. Mientras tanto, los alienígenas buscan sin descanso a Melanie/Wanderer, a través de una implacable Buscadora (Diane Kruger) a la cabeza.

Aunque el contexto argumental es muy diferente, sin vampiros ni hombres-lobo, los temas de fondo son similares a Crepúsculo: la integración con el diferente, los tríos amorosos, las relaciones castas, el mundo de los adolescentes, las luchas entre grupos… El resultado es muy plano y a la vez confuso, con situaciones y diálogos ridículos que ya sufrimos en la citada saga. Además, el argumento se levanta sobre una metafísica muy ramplona, como si se tratara de una versión cómic del dualismo platónico: cuerpos y almas como entes radicalmente autónomos y completamente intercambiables. Por otra parte, las almas extraterrestres son presentadas con una cierta corporeidad etérea, como chispas o pequeños filamentos incandescentes que se pueden coger, guardar y conservar en unas cajitas. Cierto que el cine no puede filmar lo intangible, pero otras películas que han afrontado temas similares -incluso de serie B- han optado elegantemente por sugerir en vez de mostrar.

Donde realmente se ven los avances tecnológicos en este film es en los medios de locomoción: automóviles, helicópteros, motos,… que mantienen los patrones actuales, pero su acabado, limpieza y velocidad nos hablan de un mundo purificado, más bien antiséptico y profiláctico, en el que no tienen cabida las siempre insalubres pasiones humanas.

En definitiva, el gran lastre de Andrew Niccol en este film se llama Stephenie Meyer, una eficaz novelista para adolescentes, pero mal referente para un veterano de la Sci-Fi. Detrás de cualquier película del género que se precie existe una propuesta metafísica al menos de cierto interés, algo de lo que The host (La huésped) evidentemente carece.

 

 

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