Wikileaks, en crudo, no alimenta la revolución
29 marzo, 2012 | Por Juan Carlos Nieto Hernández | Categoría: MediosLa carne cruda provoca indigestión, pero alimenta. Sin embargo, la información en bruto sobre las malas conductas de los gobiernos no provoca indignación social y política. Es la conclusión del profesor Alasdair Roberts, investigador de la Universidad de Suffolk, al estudiar los efectos de las filtraciones masivas de Wikileaks.
La web de Julian Assange alcanzó la fama en 2010, mitad como herramienta novedosa mitad como conjura de los partidarios de la transparencia radical al filtrar miles de documentos gubernamentales más o menos secretos. Su objetivo declarado era desafiar a las tendencias autoritarias de los gobiernos y al crecimiento del poder del secretismo. Dos años más tarde, Roberts sostiene que han fracasado: ni cambio de conducta de los gobiernos, ni oleada revolucionaria de indignación política, ni consecuencias militares y diplomáticas.
Los resultados de la investigación, publicados en International Review of Administrative Sciencies, esgrimen que no ha sido tanta la información liberada, incluso aseguran que, comparada con la cantidad de datos secretos que manejan los gobiernos, la porción filtrada por Wikileaks es porcentualmente inferior que en anteriores épocas.
Además, los filtradores no trabajan en un escenario tan libre como proclaman. EveryDNS.net, PayPal y Apple cortaron sus servicios de hospedaje citando violaciones contractuales o amenazas a sus propios negocios, y esto dificultó a Wikileaks mantener sus contenidos accesibles. Muchos de los que pudieron acceder abandonaron pronto porque, según Roberts, «no había una historia clara que entender. Los datos brutos se tienen que destilar». Assange y su equipo pensaron entonces en implicar a los medios de comunicación más prestigiosos del mundo como New York Times o, en España, El País, pero en el múltiple noviazgo han surgido muchas desavenencias. David Leigh y Luke Harding, reporteros en The Guardian, han relatado con detalle la tensa relación en su libro, Wikileaks y Assange, un relato trepidante sobre cómo se fraguó la mayor filtración de la historia.
Aún con la ayuda de los grandes medios, Assange no consiguió algunos de principales objetivos que pretendía. El investigador señala que «los abusos revelados por Wikileaks ni siquiera podrían ser interpretados como abusos de poder. Por el contrario, ofrecen garantías de que el Gobierno estadounidense está dispuesto a actuar sin piedad para defender los intereses norteamericanos, y que tiene la capacidad de actuar sin piedad».
Realmente parece que, en occidente, hemos perdido, a base de exceso de confort, la capacidad de reacción ante nuestros gobiernos que justifican cualquier fin con nuestros propios votos.