Velocidad en internet, a la española

31 julio, 2012 | Por | Categoría: Redes
Imaginen que son fans incondicionales de Woody Allen y que toda su pasión por el cine nació a raíz del descubrimiento de este director, amante incondicional de Nueva York. Imaginen ahora que han decidido abandonar su acogedor piso del centro para trasladarse a un chalet a las afueras, donde los niños puedan crecer jugando en una zona ajardinada. Imaginen que, durante la mudanza, una de las cajas acaba extraviada en los inmensos almacenes de la empresa de transportes. Imaginen, por último, que en esa caja estaba toda su videoteca, incluidas todas las películas de su director favorito.

La velocidad en internet depende de las infraestructuras. Foto CC BY Ministerio TIC Colombia.

Si quisieran recuperarlas, existiría la opción de volverlas a comprar todas, contando con el problema de que muchos de esos filmes ya estarán descatalogados o su precio será demasiado desorbitado como para volver a adquirirlos. No olviden que acaban de meterse en una nueva hipoteca. La segunda opción, la más asequible, es la de recurrir a su programa de descarga legal de confianza y recuperar la nutrida filmografía de Woody Allen descargándola a través de internet. Tendrían que recuperar un total de 48 películas, a razón de una media de 700 megabytes por largometraje. ¿Cuánto tardarían?
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Teniendo en cuenta que la velocidad media de Internet en España está en los 3,8 megabytes por segundo y que toda la obra de Woody Allen abarca la friolera de 33.600 megabytes, recuperar toda la filmografía les llevaría dos horas y media de su tiempo, lo que tardarían en viajar en AVE de Madrid a Barcelona. Podrían pensar que no es demasiado tiempo, que Woody Allen tiene una mente muy prolífica y que dos horas y media de descarga justifican de sobra los aproximadamente veinte euros al mes que pagan a la compañía proveedora de su red. Ahora bien, si vivieran en Japón, cuya media de velocidad de descarga en Internet se sitúa en los nada desdeñables 80 megabytes por segundo, podrían recuperar su amada videoteca en tan sólo siete minutos o, lo que es lo mismo, en el tiempo que tardan en calentar una pizza al horno para tomar de aperitivo mientras disfrutan de una noche de cine en casa. Quizás ahora paguen esos veinte euros con cierto recelo, sobre todo si añade a la cuestión que en Japón la conexión básica a internet es totalmente gratuita.
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Evidentemente, el ejemplo está calculado si se tiene en cuenta la situación ideal y totalmente utópica en la que un único usuario se está descargando las películas en ese momento desde un único servidor, con lo que la velocidad de la conexión permanece constante e inalterable; se tiene que tener también en cuenta que la red no esté saturada por un exceso de usuarios conectados en ese momento, que no se producen cortes por la pérdida de intensidad de señal, que no hay ninguna inclemencia meteorológica que pueda provocar variaciones en la potencia de la red y que nadie por la casa se tropieza accidentalmente con el cable del router y lo desconecte. Si se añaden todas estas variables a la ecuación, el tiempo de descarga en España aumenta considerablemente, tanto que podrían olvidarse de los billetes de AVE y calzarse sus deportivas, porque les daría tiempo a ir a Barcelona caminando.
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Redes obsoletas
El problema fundamental se encuentra en las infraestructuras que han de dar soporte a la red de internet. El cableado, en España, se ha quedado demasiado obsoleto como para soportar anchos de banda en internet superiores a los comunes actualmente. Imaginen que tienen un pequeño pozo en su vivienda y gozan de una pequeña tubería para abastecer su casa. La tubería no requeriría una gran presión ni un flujo demasiado amplio de agua recorriendo su interior, ya que sólo ha de proporcionar agua a su hogar. Imaginen ahora que a su barrio se mudan veinte vecinos más y les ofrecen la posibilidad de conseguir agua limpia desde su pozo particular, prometiéndoles que tendrán una cantidad diaria determinada de litros al día. Para que el agua llegue a todas las casas de la zona, lo primordial sería darle más presión a la canalización. Y aquí se encontrarán con el problema: o bien la tubería no soporta el exceso de presión y revienta, con la consiguiente inundación de su jardín, o bien no podrán proporcionar el servicio prometido a todos su vecinos.
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Con las compañías telefónicas en España sucede exactamente lo mismo. Según Francisco Escalona Arquero, Quality Manager de Orange, “si tu cobertura es ADSL, nuestro ADSL con máxima velocidad ofrece a los clientes una velocidad de 20 megabytes de descarga, que estará sujeta a factores ajenos a Orange, como la distancia a la central telefónica y el estado del cableado”. Así pues, las compañías no garantizan que la velocidad de internet por la que se paga sea la que realmente disfrutan en su hogar, ya que depende de factores que, en la mayoría de las ocasiones, están supeditados a decisiones gubernamentales y no de inversión de la propia compañía telefónica.
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Mejorar la infraestructura de la red de telecomunicaciones en España requeriría, básicamente, levantar las aceras de medio país para enterrar nuevos cables, algo que no sucede en el ejemplo nipón, donde todo el tendido se cuelga de postes, en detrimento de la estética de las vías pero en pos del aumento en la calidad de los servicios. Y aun si se alicatase media nación, el cable telefónico corriente no podría soportar la intensidad necesaria para garantizar esos 20 megabytes de descarga y requeriría, además, de la instalación de nuevos amplificadores de potencia que garantizasen que la calidad de la señal es la misma, desde el origen hasta el hogar del usuario. La solución a este problema se encuentra en un tipo de cableado mucho más eficiente para el desarrollo de las telecomunicaciones: la fibra óptica. Imaginen que se encuentran en una gran pradera detrás de su casa y están con su hijo lanzando una pelota. Su hijo se ha ido muy lejos, por lo que para que la pelota llegue hasta sus pies necesita de la ayuda de otro de sus hijos, su mujer y un vecino, de manera que puedan pasarse la pelota uno a otro hasta que llegue a su destino. Así funciona el hilo telefónico convencional. Ahora imaginen que le ceden chutar el balón a Andrés Iniesta. De una patada, logrará que el balón llegue a los pies de su hijo sin ningún esfuerzo. Así funciona la fibra óptica.
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Las compañías telefónicas españolas están dispuestas a realizar el titánico desembolso que supone la adaptación de la red telefónica a los nuevos tiempos, tal y como declara Francisco Escalona Arquero: “Orange invertirá alrededor de 300 millones de euros en los próximos 4 años para desplegar una red de fibra óptica que dará cobertura a unos 1,5 millones de hogares y negocios ubicados en las principales ciudades españolas”. De esta manera, el usuario podrá gozar de 100 megabytes reales de descarga. El problema es, de nuevo, que el gobierno ha de estar dispuesto a prestar su ayuda a estas compañías. Además, muchos usuarios que pretendan contratar este servicio no podrán hacerlo si la compañía telefónica no es capaz de introducir el cable de fibra óptica en el edificio, por razones de mantenimiento o calidad del cableado original.
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Existe una especie de pugna entre las compañías telefónicas y el gobierno español, ya que el Ministerio de Industria ha elaborado una ley que obliga a las compañías telefónicas a ofrecer, como mínimo, el 80% de la velocidad máxima que ofertan, con la consiguiente retirada de los permisos de emisión de red en el caso de que no fueran capaces de cumplirlo. Desde las compañías de telecomunicaciones, las quejas no se han hecho esperar, ya que ellos están plenamente dispuestos a realizar el desembolso necesario para potenciar la comunicación a través de internet en territorio español, “pero también se tiene que acelerar la concreción de un marco regulatorio claro y estable que permita la participación de todos los jugadores que quieran invertir. Dicho marco debería contemplar las adecuaciones necesarias para abordar con éxito un proyecto de esta envergadura. A este respecto, serían especialmente relevantes las mejoras operativas en el uso de la red de ductos, imprescindibles para la viabilidad de un despliegue masivo. Sería también necesario cerrar el acuerdo comercial para la compartición de los cableados verticales en el interior de los edificios, tal como establece la regulación, para optimizar la inversión y facilitar un acceso competitivo en beneficio de los clientes”, según el Quality Manager de Orange.

Internet móvil

De todas formas, la descarga de datos a través de internet no es una actividad reservada únicamente al hogar, sino que también se puede desarrollar desde los teléfonos móviles y las tablets. Como cabe esperar, la velocidad máxima de descarga de estos servicios es muy inferior a la ofertada para una conexión a internet en la vivienda, llegando a 7,2 megabytes por segundo en los mejores casos y en condiciones óptimas.
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Esta velocidad de red en los teléfonos móviles no es sino una entelequia. Aunque las compañías en origen ofrecen esta capacidad de descarga, los repetidores de señal diseminados a lo largo del país no tienen la potencia necesaria para garantizar estas velocidades, ni tampoco para abastecer a todos los clientes de este servicio, cuya demanda va en aumento. La señal va perdiendo potencia en función del aumento de usuarios, al igual que el agua va saliendo menos caliente a medida que abrimos varios grifos en casa, y en España la infraestructura está aún muy lejos de poder suministrar al futuro de las comunicaciones de red móvil, basadas en la tecnología 4G, que podrán proporcionar al cliente velocidades de descarga de 100 megabytes por segundo.
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En definitiva, el desarrollo de las nuevas tecnologías en España no es una cuestión ante la que las empresas privadas de telefonía no sean capaces de enfrentarse, sino que depende, ante todo, de que existan una regulación y una inversión eficiente por parte del gobierno a este respecto. Una vez que las dos partes estén de acuerdo, podrán descargarse la filmografía completa de Woody Allen en sus nuevas viviendas, mientras hornean una pizza y le piden a los niños que vuelvan del jardín para disfrutar de una noche de cine en familia.
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