Humanos y monos, el mismo origen con distinto destino

8 febrero, 2012 | Por | Categoría: Humanos

El hombre y el mono, dos seres que, al parecer, tienen un mismo punto de inicio pero un destino distinto. El proceso de transformación del mono al hombre ha sido objeto de numerosos estudios y análisis de personas muy cualificadas que han llegado, en ocasiones, a posiciones contradictorias.

Los primates y los humanos siguen caminos divergentes. Foto BY-CC pasukaru76.

La teoría de la evolución darwinista manifiesta que la vida comenzó con un simple organismo que evolucionó a las formas de vida más complejas que se observan hoy. Para los evolucionistas radicales, la ciencia es la única fuente de verdad. Establecen que para explicar el origen del universo y del hombre, no es necesario recurrir a la existencia de un Dios creador. El hombre no es más que un producto de la evolución al azar de la materia, y los valores humanos son algo casual y relativo.

Posturas menos radicales sostienen que el término “creación” significa “la producción de algo a partir de la nada”. El hecho de la creación, así entendido, no está contrapuesto con la posibilidad de que unos seres surgieran a partir de otros. Por lo tanto, consideran que la creación es necesaria tanto si hay evolución como si no.

Carlos Javier Alonso, Doctor en Filosofía en la Universidad de Navarra y Licenciado en Filología Hispánica en la Universidad de León, en su artículo “El creacionismo, el evolucionismo y la Biblia”, establece que el creacionismo y el evolucionismo no deben estar enfrentados, pues para la evolución es necesaria la creación, y la acción de la creación implica evolución.

Sin profundizar en los aspectos religiosos y científicos de las cuestiones debatidas, sí cabe indicar ciertos matices que facilitan la comprensión de una evolución sufrida durante siglos y que ha permitido al hombre alcanzar una posición dominante en el mundo.

Cambios físicos y consecuencias psíquicas

Para poder comprender en su totalidad el cambio evolutivo sufrido hasta la concepción del hombre actual, hay que diferenciar dos procesos muy determinantes: la hominización y la humanización. Se entiende por hominización la lenta evolución que condujo desde los primeros homínidos hasta el ser humano actual, es decir, la evolución física sufrida durante millones de años que, posteriormente, posibilitó el desarrollo del cerebro. Por otro lado, la humanización se define como el lento proceso del que surge y se desarrolla la cultura, a partir de la base biológica que lo hace posible.

Jesús Romero Samper, Prof. Dr. adjunto en el grado de Psicología de la Facultad de Medicina de la Universidad CEU San Pablo, afirma con el profesor José Antonio Valverdelas que las raíces del proceso están en las líneas evolutivas adaptativas, en el proceso de hominización, siendo las principales: la regresión de la arcada dentaria (modificación aparato masticador), el abandono de la braquiación (modificación del quiridio) y la adaptación al bipedismo.

“Todo va correlacionado: la atracción condilar, la creciente eficacia biomecánica de los músculos maseteros, el desplazamiento de la arcada dentaria bajo la base craneal, el desarrollo de un pulgar oponible, el incremento de la capacidad craneal (de 500 a 1.500 cm3), el preciso aporte de proteínas en la dieta a efectos de sostener un mayor coste metabólico en un sistema nervioso central, el descenso de la laringe… resultan procesos de reseñable importancia”.

Destaca que el tránsito de la braquiación (modalidad de locomoción arbórea en la cual algunos primates se desplazan balanceándose entre las ramas de los árboles, solamente usando sus brazos) al bipedismo (dado en los homínidos y definido como la capacidad de caminar con postura erguida sobre las extremidades inferiores) ocurre hace 4,2 a 2,9 millones de años (eones).

El bipedismo comienza a desarrollarse en el tránsito de la adaptación a medios abiertos, como la sabana, frente a cerrados como la selva y el bosque, más propio de los monos sensu stricto. El Australophitecus anamenesis (4,2-3,8 eones) comienza a transitar entre el bosque y la sabana y se va haciendo netamente bípedo, mientras que el Australophitecus afarensis (3,7-2,9 eones) ya es claramente bípedo y mantiene una posición erguida.

Paralelamente al desarrollo de la postura erguida, la columna vertebral se endereza debiendo soportar una estructura vertical, y la dieta pasa a ser omnívora, lo que constituye un hecho muy relevante pues los primeros Homo habilis (hace 2,5 eones), ya bípedos, completaban su dieta vegetariana (frutas del bosque, frutos secos de la sabana) con proteínas de origen animal (no sólo insectos), inicialmente con la carroña y posteriormente perfeccionando la técnica de la caza (lo que supone que el aporte proteico otorga el necesario elemento nutricional para un desarrollo fisiológico y neuronal del sistema nervioso central).

Los Australophitecus sólo comían frutos duros. En consecuencia, en ellos la eficacia biomecánica residía en el esfuerzo triturador de las muelas, pero seguían precisando de los incisivos como “pinza de precisión”, pues aún no habían desarrollado un pulgar oponible en el quiridio (estructura de las extremidades de los vertebrados tetrápodos; es una adaptación a la locomoción en medio terrestre. El quiridio apareció en la segunda mitad del Devónico, cuando algunos peces pulmonados de aletas lobuladas abandonaron paulatinamente la vida acuática para dar origen a los anfibios y tomar eficazmente, aun siendo bípedos, los alimentos. Por eso no sufrieron una repulsión condilar.

A diferencia de los Australophitecus, en los que la laringe permanecería alta no pudiéndose desarrollar un lenguaje, en los Homo la laringe ocupó una posición baja, pudiéndose dar el desarrollo del lenguaje. El descenso de la laringe en los Homo se debe a la retracción del hocico, pues disponía de pulgares con los que manejar los alimentos. La atracción condilar (proceso por el que los molares se aproximan a los cóndilos maxilares: “acortamiento del hocico”) provocó el descenso de la base de la caja craneal, dando mayor espacio para el desarrollo del encéfalo.

El bipedismo

La importancia de este hecho, erguirse, implicó la posibilidad de liberar los brazos y, por consiguiente, las manos, perdiendo la exclusiva función tractora y adquiriendo una función ejecutora de las órdenes que el cerebro imparte.

Utilizar las manos a modo de herramienta siguiendo pautas instintivas de supervivencia (como conseguir alimento, mantener la temperatura o protegerse del entorno) permite, con el paso del tiempo, circunstancias asociativas que conllevan a un primer acto volitivo, al inicio del raciocinio, de la lógica y del sentido común. Esto estimula el cerebro y permite el inicio de su desarrollo.

El instinto de supervivencia frente a los depredadores impone un perfeccionamiento del sistema de alerta. El bipedismo permite un incremento de la capacidad visual y, por lo tanto, la capacidad de observación del entorno desde otra perspectiva, asociar las posibilidades de ataque y defensa y prevenir a sus iguales (mediante la comunicación y, posteriormente, el lenguaje).

Frente a la evolución biológica que se da en el resto de los animales, en el hombre se produce una evolución cultural: usar el fuego, cazar en grupo, formar familia, rendir culto a los fallecidos…, que tiende a una progresiva integración en ese entorno, en la sociedad.

La palabra

La comunicación y el lenguaje constituyen dos términos relacionados, pero con distinto significado. Todas las especies animales tienen su propio sistema de comunicación (físico, audible, luminoso…), pero sólo el hombre es capaz de articular frases cada vez más complejas y de entenderse en distintas lenguas.

Según Romero, “el lenguaje abre, para el ser humano, una extraordinaria capacidad: la de concluir que toda realidad es cognoscible”. La adquisición de la facultad de la palabra permitiría suplantar al resto, así como a otras especies competidoras, en eficacia ecológica. Comenzó a desenvolverse en un medio supraanimal; es la citada liberación ecológica.

Los primeros Homo habilis (2,5 eones) desarrollaron una creciente polifagia, rebasando la previa especiación trófica. La incorporación de un número cada vez mayor de fuentes alimenticias incrementaría la actividad cooperante. Y la conducta cooperante se manifestaría en tres hechos estrechamente correlacionados ya con los Homo erectus (1,6 eones): los progresos en la preparación de útiles cada vez más eficaces, la elaboración de alimentos recurriendo al fuego y al agua, y acampar en lugares protegidos a efectos de trabajar en común, resguardarse y preparar las viandas.

La constitución de pequeños grupos o clanes a tales efectos supuso la mejora de los gritos circunstanciales, antes únicamente empleados para avisar del peligro. Los primeros rudimentos del uso de la palabra sirvieron para transmitir dónde y cuándo se encontraban las fuentes de alimentos, cómo coordinarse para obtenerlos, cómo fabricar y mejorar la industria lítica, qué maneras había de preparar los alimentos perecederos y, por supuesto, cómo eludir a los predadores o a otros clanes vecinos competidores. En definitiva, la experiencia de trabajar en común en un contexto ya cultural y en un medio supraanimal.

El agrupamiento creciente en número de individuos, y su convivencia colectiva en zonas resguardadas, conllevaría –lógicamente– compartir un espacio limitado de trabajo y un mayor tiempo de reposo. Más convivencia que fomentará la transmisión oral y la modulación del lenguaje.

La abstracción no sólo se orienta hacia el futuro, sino también hacia el pasado; por ejemplo, el sentido de la contingencia: por qué fracasaron en la última cacería. Lo que lleva a un paso importantísimo: la interiorización del lenguaje o la reflexión, que iría  incrementando paulatinamente el grado de abstracción. Indudablemente, el pensamiento abstracto y su expresión oral enriquecerán el lenguaje al diferenciar tiempos verbales y sujetos.

Así, la necesidad de precisar circunstancias espacio-temporales iría intercalando una creciente serie de frases, de expresiones verbales, de oraciones cada vez más abstractas y con mayor contenido informativo (experiencia y reflexión, tanto de la vida individual como de la colectiva). Algo que no hubiera sucedido si los objetivos no hubieran sido cada vez más trascendentes, complejos y previsibles; es decir: si no hubiese crecido la cooperación y, así, la sociabilidad.

Almudena Santidrián: “Me dejó alucinada la capacidad de asociación que mostraron los primates”.

Almudena Santidrián de Miguel, licenciada en Ciencias Veterinarias por la Universidad Alfonso X de Madrid, experimentada con los primates en varios cursos realizados en el zoo de Madrid y en Faunia, entre los que destaca el de “Manejo y conservación de los primates”, dedicado al enriquecimiento ambiental y a la observación de la adaptación al medio, cuenta su experiencia fascinada.

Conoció a Chuki, una cría de chimpancé de tan sólo una semana de vida, a la que crió hasta que tuvo tres meses y medio. “Chuki me reconocía por el sonido, le llamaba todos los días por un silbido, cuando no le hacía caso daba golpes, hacía ruidos y me llamaba para captar mi atención”, afirma Almudena.

“Durante el periodo del curso les colocamos multitud de elementos dentro de su entorno: un hormiguero lleno de comida, una hamaca sujeta con mangueras cedidas por los bomberos… Me dejó alucinada la inteligencia y la capacidad de asociación que mostraron”.

Almudena cuenta que, inicialmente, los chimpancés son seres muy curiosos. Parece que Chuki se mostró inquieto ante los nuevos elementos introducidos, empezó a investigar y fue imitado por el resto. ”Pudimos ver la intuición y la asociación que mostraron al introducir palos dentro del hormiguero para sacar la gelatina, o al saltar desde el árbol para caer en la hamaca a modo de juego”.

Por otro lado, durante su experiencia en los cursos, pudo observar comportamientos muy humanos en los primates, entre ellos el de un gorila llamado Malabo. “Se ponía a tomar el sol, mostraba una mirada muy humana… era como si nos comprendiese”.

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