Democracia digital

30 septiembre, 2012 | Por | Categoría: Redes
Al paso del primer haz de luz por la ventana, Joaquín se despierta, disimulando los nervios, en la mullida cama. Sus veteranos ojos buscan las manecillas del reloj de mano por la mesilla, mientras el resto de su cabeza se concentra en lo que siempre ha sido su pasión: la política. Una vez más, ha llegado ese día tan señalado para él, el día en que las urnas se abren para recoger los deseos electorales de toda una población, incluido el suyo. Su hijo, José, viene a buscarle a las 10 para ir juntos, como siempre han hecho desde que le vio cumplir la mayoría de edad. Con unos pocos chistes, consejos y alguna que otra ligera discusión, llegan a la puerta del colegio asignado con su voto más que decidido. Sin embargo, y pese a la ilusión que guarda Joaquín, desde que le fue diagnosticada la osteoporosis cada vez es menor la fuerza que le permite salir fuera.

Prueba de voto electrónico en una máquina, en Automark, de ES&S. Foto CC BY Joe Hall.

Nada más salir, puede ver cómo José saca un objeto envuelto que relaciona a primera vista con un libro. Pensando a qué podría deberse esa sorpresa, Joaquín comienza a verse realmente sorprendido cuando descubre lo que de verdad es: un pequeño ordenador. Confundido, José interviene para sacarle de dudas: “No te dejes engañar, dentro está la Asamblea del futuro”.

A raíz de ahí, las preguntas se multiplican para Joaquín. Su hijo le habla de un futuro donde rige una democracia directa, mientras él sabe que eso empezó y acabó en Grecia. “Es imposible reunir a toda la población en cualquier sala”, replica su experiencia. Pero José está convencido, no hace falta una reunión física cuando te puedes comunicar con todos y a distancia. Para eso están las TIC. Como si de un científico presentando un proyecto se tratara, José no para de hablar de las posibilidades de esas TIC y de la evolución que supondrán para la democracia. Unas siglas que significan Tecnologías de la Información y de la Comunicación y que están revolucionando el mundo. En esta línea, intelectuales como el catedrático en Ciencias Políticas, Joan Subirats, afirman que su uso es algo inevitable, por lo que hay que proyectarlo en beneficio de la democracia.

Autores como David Holmes, licenciado en Sociología, Comunicación Audiovisual y Ciencias Políticas, o Mark Poster, licenciado en Historia y Comunicación Audiovisual, opinan que si la primera generación de los medios de comunicación, constituida por la radio y la televisión, ya ha hecho de la política algo casi virtual, se espera que la segunda generación, capitaneada por Internet, no haga sino reforzarlo. Mientras ellos piensan que será degenerativo de la democracia representativa, otros autores como William H. Dutton, licenciado en Comunicación e Internet, creen que será todo lo contrario. Así, las TIC podrán permitir un rápido y fácil acceso de la ciudadanía a la actividad del gobierno, hacer de éste un ente más controlable y lograr un gran acercamiento entre la sociedad y sus instituciones.

Estas TIC, frente a las que las élites gubernamentales muestran escepticismo, ya consiguieron una más que notable mejora en la modernización de la Administración. Gracias a ellas es posible guardar infinidad de información sin preocuparse por el espacio y acceder a ella de manera rápida y sencilla, además del bajo coste que suponen. Hoy no se hace necesaria la presencia del ciudadano para saber las prestaciones que ofrece cada eslabón de la Administración, sino que lo puede consultar siempre que quiera a través de la red, al igual que puede enviar peticiones, localizar diferentes servicios, realizar una queja… Incluso es posible cumplimentar documentos de forma segura gracias a avances en seguridad interactiva tales como la firma electrónica.

Estudiosos como Van de Dok, autor de ¿Infocracia o Infopolis?, están convencidos de que estamos presenciando la transformación-evolución de las burocracias en nuevas y mejoradas “infocracias”, todo gracias a esas TIC que permiten almacenar, tratar y manejar un gran caudal de información con extraordinaria eficacia. Se puede decir que, con su ayuda, más que aumentar la presencia y participación ciudadana en las cuestiones públicas, se podría terminar reforzando las capacidades de control y autoridad de las élites de los gobiernos.
¿Una nueva democracia?

“¿Será posible?”, se pregunta Joaquín. José lo tiene clarísimo: el futuro de la democracia para él no será la representativa de hoy, sino una más directa en la que los ciudadanos decidan por sucesivos referéndums. Las herramientas están, son las TIC, la voluntad no tanto. Joan Subirats acierta en señalar que los políticos siempre se preocupan por la escasa cultura participativa, ya que es la participación ciudadana la que legitima su estatus, pero cuando la red la puede ampliar considerablemente, se muestran contrarios a ella.

Entre las potencialidades de las TIC para la política, unos mecanismos de seguridad para el ciudadano y canales para emprender debates de los que salgan decisiones eficientes, se puede imaginar un sistema de gobierno como el que esbozó el profesor de ciencias políticas, Ian Budge: un gobierno elegido con mecanismos similares a los actuales en el que las decisiones no las tomara el parlamento de forma independiente, sino que fueran sometidas al refrendo directo de la ciudadanía a través de las TIC, tras pasar por una buena deliberación previa. No obstante, hasta ahora las instituciones vigentes únicamente han querido aprender a usar y modelar las TIC como un modo de consolidar sus posiciones en el poder. A día de hoy, las webs controladas por partidos políticos se limitan a ofrecer información de manera unidireccional, o en todo caso dejan un buzón de propuestas ciudadanas del que escogerán las que se llevan a cabo en función de unos intereses concretos.

Ahora bien, Joan Subirats advierte que pese a poder solucionar muchos problemas de la democracia representativa, la democracia que traerán las TIC también encontrará problemas. Podría ser que se notara una falta de continuidad y estrategia única en la opinión ciudadana como la que puede tener un gobierno representativo, la falta de un debate suficiente, el peligro de que ante un déficit de participación una minoría tome decisiones importantes según sus intereses o incluso los problemas técnicos que pueda dar el uso de las TIC.

El voto electrónico

Otra ventaja que suponen las TIC es el voto electrónico. José le propone a su padre ver la máquina que tiene en sus manos como una especie de urna personal. Así será en el futuro. En otros países como Francia, Inglaterra, Suiza y, sobre todo, los Estados Unidos, es una realidad. En Norteamérica, siguiendo su culto a la tecnología, las instituciones aprovecharon tanto las posibilidades democráticas que Internet les brindaba que incluso cambiaron las tradicionales papeletas por los sistemas de voto electrónico o e-vote en ordenador para las jornadas electorales. Fue una manera de aunar dos ventajas: la precisión matemática que da la máquina con la reserva forestal que se habría utilizado para fabricar las papeletas de los más de 308 millones de ciudadanos estadounidenses.

En resumen, la utilización de las máquinas de voto electrónico es sencilla, rápida y abarata costes y esfuerzos en el recuento. Así lo califica Mark Radke, director de marketing de la empresa de máquinas e-vote Diebold, además de presentar un breve tutorial: “llegas a estas ‘urnas robot’ y, después de dar tu documento identificador al encargado del colegio electoral, pasas a elegir el nombre del candidato deseado en la pantalla táctil del ordenador. Para terminar, sólo debes pulsar ‘OK’ y verás confirmada tu opción, grabada entonces en la tarjeta de memoria que incorpora”. El conjunto de votos recogidos por cada ordenador de las máquinas e-vote se guarda en esa tarjeta de memoria que llevan integradas. Al final de la jornada electoral, son retiradas estas tarjetas de sus máquinas y se meten todas en un ordenador central, donde tiene lugar la suma global de votos que señalará al candidato ganador.

La seguridad de estas máquinas viene de la mano de otras empresas como la española Scytl, cuyos programas informáticos se exportan para asegurar los ordenadores del e-vote y que los votos recopilados estén exentos de manipulación posterior o de cualquier fallo técnico que los pueda variar. En palabras de su director general, Pere Vallés, “estos programas son los que realmente hacen el voto electrónico fácil de usar y seguro”.

Otra forma de e-vote es aquélla que consiste en marcar la papeleta normal con un rotulador negro para, posteriormente, insertarla en un lector electrónico que la envía a un ordenador central. Es una forma rápida y simple de hacer el recuento sin esfuerzo y llevar los datos finales a un ordenador central. Sin embargo, con esta opción no se abaratan costes ni salvaguardan papel, sino que solamente se recorta parte del esfuerzo humano.

El sistema e-vote está extendido, como se ha dicho, por varios países, especialmente en América, donde se está avanzando de los ordenadores en los colegios electorales hacia el modelo de voto desde el propio domicilio o en cualquier lugar, desde un dispositivo electrónico con Internet. Ya sea desde el ordenador, teléfono móvil o smartphone, o PDA se establece la posibilidad deun  voto todavía más cómodo y rentable. De esta manera, se pretende que se pueda acceder a una web de voto estatal en la cual, mediante una contraseña personal enviada previamente a cada ciudadano, éste pueda acceder a marcar su elección sin desplazamiento adicional alguno. La clave para continuar esta evolución tecnológica es la implantación, no ya de una contraseña, sino de un DNI electrónico que permita identificar a cada ciudadano en la red. Éste actuará como marca intransferible de la persona que cierra la puerta a la manipulación o robo de su voto.

Lo que se utiliza aún hoy para hacer viable el televoto es el envío de contraseñas mediante correo a domicilio. Éste contiene un número específico para que cada votante pueda acceder, el día fijado, al sistema de voto en la red que tienen preparado para recoger los votos.

A Joaquín sin duda le parece fantástico, pero aún desconfía. ¿Y si los ordenadores sufren un fallo? ¿Y si unos pocos intentan saltarse las normas y las elecciones resultan un fraude? Estos problemas son reales y han sido determinantes en varios documentales como Votergate, hackeando la democracia, donde un grupo de ciudadanos acusan a los programadores de los sistemas e-vote de manipular las elecciones presidenciales de Florida en 2004 a favor de un partido, determinantes para haber logrado la victoria de G.Bush.

Blogs y redes sociales

Joaquín miraba el ordenador sin comprender cómo en algo tan pequeño podía caber todo un mundo sin explorar, cómo lo podía haber pasado por alto. Imaginaba la escena desde fuera con una mezcla de ilusión y desorientación. Ahí estaba él, a sus 84 años recién cumplidos, asimilando que su hijo, a estas alturas de la vida, le diera una lección magistral sobre aquello en lo que se había volcado siempre. Cuando se inventaron los ordenadores jamás pensó que pudieran tener una transcendencia política tan grande, pero ahí estaba, y José la llamaba e-participación.

La revolución no se queda en el e-voto, sino que la red sigue tejiendo hacia foros de debate, páginas wiki que se construyen con la colaboración de todos, blogs o páginas diario sobre las cuestiones políticas, incluso sitios dedicados a poner opiniones personales y ver las de los demás, conocidos o no. Las cúpulas de los sistemas democráticos se contagian de estos fenómenos tecnológico-sociales para acercarse a la sociedad o, por lo menos, aparentarlo. Es, por ejemplo, el caso del Twitter, del que hablaremos más adelante, y donde es habitual encontrar comentarios de Obama, Hollande o Mariano Rajoy, e incluso de los propios partidos políticos, criticando la actualidad bajo su prisma.

El principal problema, como explica la doctora en Periodismo Tamara Vázquez, lo constituye la invisibilidad de cada uno de esos pequeños granos de arena que forman la playa de Internet. El fenómeno blog, también en política, puede ayudar a destacar algunos de ellos por la calidad de sus reflexiones, su número de seguidores, hasta el punto de llamar la atención a los partidos si los medios de comunicación tradicionales se hacen eco de él. Puede parecer que pasan desapercibidos, pero cada vez son más los asesores políticos que reconocen buscar en sus ideas aportaciones para futuros discursos.

Los blogs de política nacen con esa base: la libre expresión de ideas, el aumento de participación y la creencia de que no caerán en saco roto. Junto a ellos, los foros son el modo de conseguir pulir una opinión pública discursiva entre todos los ciudadanos, como indica el también doctor en Periodismo Víctor Sampedro. Estas herramientas virtuales, que abren más vías a los ciudadanos para la participación, vienen como anillo al dedo a un sistema democrático, puesto que ganaría mayor legitimidad.

También las famosas redes sociales, nueva pandemia entre las generaciones jóvenes, tienen su lado político. Todos los días son miles las páginas y grupos que crecen en esta temática, inundando Facebook, Tuenti, MySpace, etc. de seguidores. Lo más exitoso en los últimos tiempos es el llamado microblogging, una forma de expresión más breve consistente en el bombardeo de pequeños comentarios a modo de pequeños pensamientos puntuales ligados al momento de la publicación. Éste es el caso de Twitter, donde cada persona puede, primero, crear su propio diario personal que le informe únicamente de aquello que sea de su interés y, segundo, poner sus propios comentarios u opiniones sobre la actualidad más inmediata, pudiendo ser recogidos en programas de televisión o prensa cuando se hacen muy populares entre los usuarios. Otro atractivo de éste sería la posibilidad de interactuar con personalidades relevantes socialmente, también políticos a los que poder presentar quejas o ideas que puedan verse respondidas por ellos a su elección.

Pero, ¿tanta gente tiene ordenador? Es cierto que en el último cuarto de siglo, y hasta hoy, el ordenador ha tenido un crecimiento exponencial y, a pesar de los cibercafés, blibiotecas y otros lugares con ordenadores destinados al uso público, la estratificación sigue siendo el principal obstáculo. Esa brecha que separa a las personas que tienen acceso a Internet y las que no sigue siendo el argumento esencial para todos aquellos ciberescépticos que tachan de imposible una democracia virtual, ya que la participación no sería ni mucho menos total. Sin embargo, para José es cuestión de tiempo que los ordenadores lleguen a todos, aunque otra cosa distinta es que todos estuvieran interesados en participar en política, tradicional o digitalmente.

Joaquín tiene interés en saber cuándo salió todo esto, cómo se le ha pasado. Él se había quedado en la anécdota del origen de Internet, cuando se acabó utilizando con un fin distinto al que pensaban darle los militares responsables de su creación. Pero nunca se le habría ocurrido que pudiese tener un potencial político así en su interior. Fue en los noventa cuando se encendieron en los ordenadores las primeras experiencias de democracia electrónica y el nuevo modo de participación, primero en Estados Unidos y luego en Europa. Nacidas primero con el fin de ofrecer más información política a los ciudadanos sobre los candidatos y sus programas electorales, pronto lanzaron debates sobre diferentes cuestiones de política a la sociedad.

Dentro de España, se impulsaron en esta línea dos experiencias a finales de los noventa, primero en Barcelona y luego en Madrid, con la creación de páginas web a las que poder consultar sobre política. El choque llegó un año más tarde, cuando se registraron unos índices muy bajos de participación, 1,6% de la población en el caso de Barcelona y 0,65% en el de Madrid. La explicación de éstos se centraba en la inaccesibilidad por la estratificación, puesto que el ordenador no estaba tan extendido, unido a la tradicional baja participación democrática que caracteriza al país.

Los países que mejor acogida dieron a estas iniciativas fueron Estados Unidos y Suiza, donde no tardaron en consolidarse y avanzar hacia otros lindes, como el voto electrónico, los foros especializados, etc. De esta forma, lograron posicionarse hasta hoy como los países que encabezan el mix de política y tecnología.

Ciberescépticos y ciberoptimistas

A partir de ahí, la sociedad se divide en dos grupos: los ciberescépticos, nada partidarios de las posibilidades “humo” que ofrece Internet, y los ciberoptimistas que, como José, ven en un modelo de democracia digital el futuro. Para estos últimos, es fácil ver en Internet un acceso más fácil y cómodo a la información, la posibilidad de una participación política directa en donde las decisiones se tomen mediante una serie de referéndums virtuales y una reducción económica de los costes gracias a la tecnología, mientras que otros muchos ven solamente pérdida de calidad y un 85% de ciudadanos que no utilizan estas modernas tecnologías. En definitiva, unos no ven viable una política “de ordenador” y otros ven ésta cada día que pasa más cerca. Ambos grupos tienen sus argumentos que sostienen su posición, argumentos que a menudo se contraponen.

Joaquín, pensativo, cree que lo más prudente es buscar una posición intermedia. Su hijo le ha alentado sobre todo el potencial que esconde la tecnología en cuanto a política, pero sus años le aconsejan no creer ciegamente en un campo donde parece que aún queda tanto por descubrir. Probablemente no se trata, como apoya José, de hacer una democracia directa al estilo de la clásica Atenas, sino de mejorar por el medio tecnológico la representativa vigente, hacer ésta más democrática. La gran baza de Internet es el poder de democratizar la democracia. Pone los medios, pero no la actitud. Al final, piensa Joaquín, no dependerá tanto de las máquinas como del interés de los ciudadanos. Lo que parece innegable, a su parecer, es que las nuevas tecnologías e Internet están produciendo cambios profundos, también en el ámbito de la democracia. Quizás, con práctica y dedicación, podrá indagar en cómo éstas se adaptan a la política y cómo la mejoran o la perjudican.

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